Con una de sus raíces menos se aferró firmemente a la madre tierra hasta que la última hoja de su gran follaje se secó por completo y cayó suavemente al suelo.
Siempre en alto, tocando el cielo y sirviendo de cobijo para las aves. Grande, glorioso e imponente, dejó su legado en la tierra, el cual cuidó hasta el último de sus días.
Hoy el gran roble descansa luego de años de vida, bajo el cuidado de la madre tierra y sus dos semillas.
Te amo, siempre y por siempre